Una vecina de La Remonta envía esta reflexión
"Por pura casualidad, el miércoles 1 de febrero, un trabajador que ultimaba la puerta de la finca de La Remonta, me dijo que la inauguración era el día siguiente.
Tuve que averiguar la hora, las 10:30, y allí muy puntual me presenté. Pude entrar en un terreno vedado tantos años para todos los vecinos y fue como al pasar la puerta se ensanchase mi mirada y corazón. ¡Por fin!
Pero esa sensación se vio pronto frustrada. ¿Dónde está el parque? ¿Dónde la zona de esparcimiento? La comitiva de políticos, técnicos, periodistas y tres vecinos, sí sólo tres vecinos porque nadie más se enteró, íbamos andando por el camino, casi una carretera de hormigón dura, quebrada. Mitad peatonal, mitad carril bici.
“Faltan bancos”, es lo primero que pude balbucir. Pero es que me faltaba ver el espacio abierto, libre, natural. Porque una valla cierra toda posibilidad de gozar del espacio. Y sigues caminando por la carretera con una zona de descanso y unos bancos de piedra que habrá que mitigar por su frialdad y dureza…
Y más carretera y al fin la charca! La charca te permite ver unos patos que ajenos a todo siguen su curso. La charca no ofrece espacios para estar y contemplar, se ve de paso y ya está. Sigues el tramo de carretera que te lleva a la segunda puerta que da a Cajo.
Cuando regresaba con uno de los vecinos, operado de cadera, noté otra vez la falta de espacio y de bancos. La pequeña subida le agotaba y no había lugar para reposar… Me preguntaba ¿Qué se ha inaugurado? ¿Un camino vallado?
Y salí dispuesta a unirme con otras voces reivindicando un parque de La Remonta con sus 30 hectáreas, semejante a la Magdalena y Mataleñas. Que sea un gran pulmón para Santander."
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